Sin miedo al ridículo, señor escritor, que el magro retributo que pueda alcanzar a cambio de su arte apenas le va a servir para darse pocos gustos, infames gustos. Y aquí va el ejemplo, téngalo en cuenta, sí, usted, dígame si no soñó alguna vez con calzar la facha de Ahab y andar tiroteando ballenas. Y dele entonces, que por ahora es gratis.
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