miércoles, 7 de septiembre de 2011

Parte de la mitología sobre la que se edifica Sagrada.

-Rezongaron los frenos y toda la carrocería tembló hasta detenerse. Por la última puerta bajó ella. Dos pasos de sus piernas como escarbadientes y estaba en la vereda. Metió la mano en la cartera. Volvió a bramar el motor y en segundos la ruta quedó desierta. Se acercó al único farol sin dejar de revolver hasta que los encontró. Él seguía cada movimiento recostado en el muro a resguardo de las luces. El viento traía cada tanto el perfume del basural y ella intentaba, varias veces sin éxito, encenderlo. Cuando finalmente aspiró la primera bocanada, él dejó escapar una mueca de asco. Pasó frente al tipo como si no lo hubiera visto. Él esperó unos segundos, se esforzó hacia adelante separándose del muro y se lanzó tras ella. Ella intuyó la sombra tras de sí que se alargaba sobre el suelo irregular y apuró el paso. Él se dio cuenta y sonrío con malicia. Se le hizo larga la cuadra del galpón a medio demoler, obligada a hacer equilibrio evitando los cascotes. Alcanzó la esquina y dobló hacia los ranchos, demorando el rabillo del ojo en la sombra que se aproximaba. Él, que conocía el terreno se relamió. Apenas dejó de verla se lanzó casi corriendo. Seguramente quería agarrarla antes de que se metiera en la villa. Al doblar se dio cuenta de que era tarde. Estaba jodido. La vio que asomaba por detrás y se reía. Ya estaba sujeto del cogote cuando ella tiró el cigarrillo, descalabró las piernitas en un movimiento imposible y se sentó en los escombros a mirar. El tipo llegó a lamentarse; hacía sólo dos días que había salido de Devoto...

No hay comentarios:

Publicar un comentario