
Todo escritor debe considerar el derecho del lector a creer que hay una moraleja detrás de cada relato, aunque esto al autor le parezca una pelotudez.
Ejemplo:
Escribe el autor:
Tanto le creció la nariz al pobre Pinocho, que ya no le dio el ángulo para girar la cabeza y escapar de la barriga de la Ballena.
Piensa el lector:
Se refiere sin duda a aquel funcionario que durante tantos años no hizo otra cosa que negar cosas tan evidentes como la inflación, con el único objetivo de agradar a sus superiores, y hoy todos, incluso aquellos tan defendidos, opinan que es un pobre gil.
Interesantísima extrapolación y explicación de las relaciones entre literatura y política... brillante, realmente!
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